No sabrá nunca Evelyn si lo que vivió fue un
dulce sueño que recordar, o tal vez una horrible pesadilla de la cual nunca
terminará de sanar. Pero ella sabe que esta noche no volverá.
El viento se hace fresco y cada vez más fuerte. Las hojas secas caídas, son llevadas de un lado a otro inmersas en un remolino que de vez en cuando se pasea sobre la superficie de la asfaltada calle. El fin del otoño está próximo anunciando que pronto llegará el invierno. Negros nubarrones oscurecen los cielos haciendo contraste con el seco paisaje en esta estación del año. Los estridentes y estruendosos sonidos ensordecedores de los truenos, ambientan el seco paisaje con una música de tempestad.
Solo se trata de una tormenta que se aproxima. Evelyn no muestra interés por la lluvia, más parece sumida en sus pensamientos, zambullida entre los recuerdos y pérdida viendo con los ojos de su mente hacia un pasado oscuro. Su blanco cabello se ondea de un lado a otro como una bandera lo hace cediendo al viento, o como los árboles lo hacen con el resoplar de los torbellinos.
Su mente divaga en las memorias de un invierno que no olvidará, y que ahora en una banca del solitario parque le hace abandonar, las esperanzas de una vida que soñó, que creyó tener, pero que nunca volverá a ver, y que ahora no está segura si tan solo fue real, o todo, una cruda imaginación. Mira con ojos agitados en derredor como si esperara de alguien; como si de la nada emergiera una figura de un viajero fatigado para una sita inusual. Ella allí está, esperando a ver que pasará. Su piel fría, pálida y arrugada ésta vez parece cobrar nitidez y la suavidad y el color tanto como el calor de la juventud. El desgreñado y blanco cabello se vuelve espeso y hermosamente oscuro.
Sus ojos pálidos, ahora, por el tiempo y la vejez, opacados por una nube blanca en su iris, se vuelven vivamente azules. Sus secos labios, se tornan húmedos y escarlata. Es como si ella al igual que una fea oruga paralizara en un extremo letargo, del cual despierta al igual que la mariposa, para ser joven de nuevo, una sola noche cada fin de otoño, mientras las esperanzas nacen para morir de nuevo.
¿Será posible que se pueda revertir el tiempo en el espacio?
Lleva su mano a su pecho empuñándola. Mira con atención a un grupo de hojas secas que revolotean con el viento helado en un remolino de tristezas. Pero ella sabe que esta noche no volverá.
Cierra sus ojos y sueña: ¡Sueña con la primera vez que lo vio!
Estaba sentada en la misma banca solitaria del parque. Era un invierno particularmente crudo. Ella sufría el dolor de la inmensa soledad, pues su amiga de infancia se había marchado a otro estado para terminar sus estudios, y ella se había quedado solo. ¡No la volvería a ver! ya no tendría a nadie con quien hablar y pasar sus días.
De pronto, una sombra a lo lejos, pérdida en la distancia, se aproximaba a paso lento. La nieve cubría los árboles y la hermosa calle. Los pinos parecían mudos de tristeza y el cielo parecía oscuro de dolor. La niebla solo envolvía aquel sitio en un espejismo denso, friolento, depresivo y lúgubre. A medida la figura del hombre se fue acercando, ella fue notando una atracción hacia el.
-¿Atracción?- te preguntaras tu... pero así fue, y no hay duda en ello, de lo contrario no estaría esperando de este modo.
El estaba vestido con una capa gris, y llevaba una maleta negra que sostenía fuertemente con su mano. Cuando llego junto a ella, el se detuvo y la miró por un largo rato como si la conociera y tratara de recordarla. Ella hizo lo mismo.
-¡Que extraño espectáculo debió haber sido aquél!- dos extraños desconocidos mirándose fijamente sin bajar la vista, como hipnotizados en una especie de ilusionismo paralelo a las circunstancias.
Luego de ese misterioso saludo, el prosiguió como salido de un sueño y procedió a inclinarse en señal de cortesía; ella le correspondió.
Otro momento mas de silencio, el saco su reloj de bolsillo, lo abrió y al ver la hora sonrió y lo volvió a su lugar preguntando:
-Que haces aquí tan tarde bajo este inmisericorde clima
-Protegiéndome de la falsedad y la mediocridad de las personas- respondió Evelyn.
-De todas maneras no deberías estar aquí
-¿Como te llamas?- pregunto Evelyn
-No importa ahora- dijo sonriendo
-Te llamaré, "triste viajero"
-¿Triste? ¿Por qué triste y no alegre?
-Porque apareciste en una noche muy triste- respondió Evelyn.
El viajero se quedó por un tiempo en ese pueblito, lo suficiente para que el remediara el dolor y la pena de Evelyn. La joven se había atraído tanto a el, que había perdido la razón.
Sin embargo, no todo seria color de rosa, pues un día el viajero tuvo que marcharse, y Evelyn muy angustiada le pidió que regresare aunque fuera solo un día cada otoño. El accedió, y cada año, cuando las hojas secaban y caían, el viajero volvía, solo para estar junto a ella unos momentos y luego irse dejándola desconsolada.
Pero que podía ser mas peor! El triste viajero, un otoño no volvió a venir mas, ¡Nunca mas!
Y ella lo espero cada otoño, cada invierno, hasta en la primavera y en el verano, pero su caminante no volvió a andar por esos rumbos.
Ahora Evelyn tiene ochenta y nueve años, y sigue esperando en vano a su viajero que le prometió regresar, pero que no lo hará nunca más.
Ella despierta de sus sueños, nuevamente mirado a todos lados mientras la lluvia comienza a caer en cristalinas gotas de llanto amargo. A lo lejos se ve venir una sombra, ¿será el?... ¿será posible que después de tantos años al fin regreso? ¿o estará aun soñando? Todos estos pensamientos se agolpan en su mente, mientras observa de forma des ilusoria que solo era un espejismo del abrumante camino ya cubierto de niebla.
Se levanta lentamente, mientras su piel lisa y perfecta se va tornando nuevamente marchita y arrugada; mientras su oscuro cabello de hace blanco como la lana y sus brillosos ojos azules se tornan opacos. La brisa le da sin piedad en su rostro. El ruboroso color en sus mejías se ha ido, ahora se ve tan blanca como la muerte. Es una anciana esperando un recuerdo que no volverá.
Descalza camina sobre la calle lentamente y cojeando. Su blanca túnica esta empapada por la lluvia y su cuerpo tiembla de frio. Cierra sus ojos mientras camina; cierra sus ojos para esconderse en la neblina, para esconder la lágrima que se quiere escapar por sus ventanas; pero no puede mas, y ahí esta, esa gruesa gota recorriendo su mejía. Se está muriendo, esta marchitando de envejecimiento.
Ahora mira a través del espejo. Ella sabe que su sita ahora con el viento, con la calma, con el recuerdo, con la esperanza, con la tristeza y la melancolía, en que se escribe versos de poesía, con la tormenta, con la noche y con la soledad.
No sabrá nunca Evelyn si lo que vivió fue un dulce sueño que recordar, o tal vez una horrible pesadilla de la cual nunca terminará de sanar. Pero ella sabe que esta noche no volverá.
El viento se hace fresco y cada vez más fuerte. Las hojas secas caídas, son llevadas de un lado a otro inmersas en un remolino que de vez en cuando se pasea sobre la superficie de la asfaltada calle. El fin del otoño está próximo anunciando que pronto llegará el invierno. Negros nubarrones oscurecen los cielos haciendo contraste con el seco paisaje en esta estación del año. Los estridentes y estruendosos sonidos ensordecedores de los truenos, ambientan el seco paisaje con una música de tempestad.
Solo se trata de una tormenta que se aproxima. Evelyn no muestra interés por la lluvia, más parece sumida en sus pensamientos, zambullida entre los recuerdos y pérdida viendo con los ojos de su mente hacia un pasado oscuro. Su blanco cabello se ondea de un lado a otro como una bandera lo hace cediendo al viento, o como los árboles lo hacen con el resoplar de los torbellinos.
Su mente divaga en las memorias de un invierno que no olvidará, y que ahora en una banca del solitario parque le hace abandonar, las esperanzas de una vida que soñó, que creyó tener, pero que nunca volverá a ver, y que ahora no está segura si tan solo fue real, o todo, una cruda imaginación. Mira con ojos agitados en derredor como si esperara de alguien; como si de la nada emergiera una figura de un viajero fatigado para una sita inusual. Ella allí está, esperando a ver que pasará. Su piel fría, pálida y arrugada ésta vez parece cobrar nitidez y la suavidad y el color tanto como el calor de la juventud. El desgreñado y blanco cabello se vuelve espeso y hermosamente oscuro.
Sus ojos pálidos, ahora, por el tiempo y la vejez, opacados por una nube blanca en su iris, se vuelven vivamente azules. Sus secos labios, se tornan húmedos y escarlata. Es como si ella al igual que una fea oruga paralizara en un extremo letargo, del cual despierta al igual que la mariposa, para ser joven de nuevo, una sola noche cada fin de otoño, mientras las esperanzas nacen para morir de nuevo.
¿Será posible que se pueda revertir el tiempo en el espacio?
Lleva su mano a su pecho empuñándola. Mira con atención a un grupo de hojas secas que revolotean con el viento helado en un remolino de tristezas. Pero ella sabe que esta noche no volverá.
Cierra sus ojos y sueña: ¡Sueña con la primera vez que lo vio!
Estaba sentada en la misma banca solitaria del parque. Era un invierno particularmente crudo. Ella sufría el dolor de la inmensa soledad, pues su amiga de infancia se había marchado a otro estado para terminar sus estudios, y ella se había quedado solo. ¡No la volvería a ver! ya no tendría a nadie con quien hablar y pasar sus días.
De pronto, una sombra a lo lejos, pérdida en la distancia, se aproximaba a paso lento. La nieve cubría los árboles y la hermosa calle. Los pinos parecían mudos de tristeza y el cielo parecía oscuro de dolor. La niebla solo envolvía aquel sitio en un espejismo denso, friolento, depresivo y lúgubre. A medida la figura del hombre se fue acercando, ella fue notando una atracción hacia el.
-¿Atracción?- te preguntaras tu... pero así fue, y no hay duda en ello, de lo contrario no estaría esperando de este modo.
El estaba vestido con una capa gris, y llevaba una maleta negra que sostenía fuertemente con su mano. Cuando llego junto a ella, el se detuvo y la miró por un largo rato como si la conociera y tratara de recordarla. Ella hizo lo mismo.
-¡Que extraño espectáculo debió haber sido aquél!- dos extraños desconocidos mirándose fijamente sin bajar la vista, como hipnotizados en una especie de ilusionismo paralelo a las circunstancias.
Luego de ese misterioso saludo, el prosiguió como salido de un sueño y procedió a inclinarse en señal de cortesía; ella le correspondió.
Otro momento mas de silencio, el saco su reloj de bolsillo, lo abrió y al ver la hora sonrió y lo volvió a su lugar preguntando:
-Que haces aquí tan tarde bajo este inmisericorde clima
-Protegiéndome de la falsedad y la mediocridad de las personas- respondió Evelyn.
-De todas maneras no deberías estar aquí
-¿Como te llamas?- pregunto Evelyn
-No importa ahora- dijo sonriendo
-Te llamaré, "triste viajero"
-¿Triste? ¿Por qué triste y no alegre?
-Porque apareciste en una noche muy triste- respondió Evelyn.
El viajero se quedó por un tiempo en ese pueblito, lo suficiente para que el remediara el dolor y la pena de Evelyn. La joven se había atraído tanto a el, que había perdido la razón.
Sin embargo, no todo seria color de rosa, pues un día el viajero tuvo que marcharse, y Evelyn muy angustiada le pidió que regresare aunque fuera solo un día cada otoño. El accedió, y cada año, cuando las hojas secaban y caían, el viajero volvía, solo para estar junto a ella unos momentos y luego irse dejándola desconsolada.
Pero que podía ser mas peor! El triste viajero, un otoño no volvió a venir mas, ¡Nunca mas!
Y ella lo espero cada otoño, cada invierno, hasta en la primavera y en el verano, pero su caminante no volvió a andar por esos rumbos.
Ahora Evelyn tiene ochenta y nueve años, y sigue esperando en vano a su viajero que le prometió regresar, pero que no lo hará nunca más.
Ella despierta de sus sueños, nuevamente mirado a todos lados mientras la lluvia comienza a caer en cristalinas gotas de llanto amargo. A lo lejos se ve venir una sombra, ¿será el?... ¿será posible que después de tantos años al fin regreso? ¿o estará aun soñando? Todos estos pensamientos se agolpan en su mente, mientras observa de forma des ilusoria que solo era un espejismo del abrumante camino ya cubierto de niebla.
Se levanta lentamente, mientras su piel lisa y perfecta se va tornando nuevamente marchita y arrugada; mientras su oscuro cabello de hace blanco como la lana y sus brillosos ojos azules se tornan opacos. La brisa le da sin piedad en su rostro. El ruboroso color en sus mejías se ha ido, ahora se ve tan blanca como la muerte. Es una anciana esperando un recuerdo que no volverá.
Descalza camina sobre la calle lentamente y cojeando. Su blanca túnica esta empapada por la lluvia y su cuerpo tiembla de frio. Cierra sus ojos mientras camina; cierra sus ojos para esconderse en la neblina, para esconder la lágrima que se quiere escapar por sus ventanas; pero no puede mas, y ahí esta, esa gruesa gota recorriendo su mejía. Se está muriendo, esta marchitando de envejecimiento.
Ahora mira a través del espejo. Ella sabe que su sita ahora con el viento, con la calma, con el recuerdo, con la esperanza, con la tristeza y la melancolía, en que se escribe versos de poesía, con la tormenta, con la noche y con la soledad.
No sabrá nunca Evelyn si lo que vivió fue un dulce sueño que recordar, o tal vez una horrible pesadilla de la cual nunca terminará de sanar. Pero ella sabe que esta noche no volverá.
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